Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental
A todas las opiniones patrias, se suma la de un inglés que, citando a una garganta
profunda de Bruselas, deja sobre la mesa la teoría de un “experimento” fallido del
Gobierno para demostrar la fiabilidad de las renovables ante el cierre definitivo de las
nucleares en 2027. Desmentido ipso facto, seguimos a oscuras.
Me da pena decirlo, pero, por ahora, es la más creíble de todas las que he escuchado,
porque además de explicar por qué ocurrió, aclara la falta de información precisa y el
batiburrillo de confusas declaraciones de nuestros dirigentes que, como siempre,
juegan al despiste, despejan balones fuera y dejan pasar el tiempo para que se nos
olvide el tema, porque en este país, reconocer los errores, dimitir ante una negligencia
y asumir las consecuencias no es algo habitual.
De ser verdad la noticia, algo que parece no sabremos nunca, no me parecería nada
reprochable probar el sistema ante los grandes cambios que se están produciendo en
la forma de obtener y distribuir la energía. Otra cosa es el cómo se ha hecho, que no se
pueda decir la verdad y las responsabilidades y connotaciones políticas que pueda
tener.
El momento que vivimos es de una trascendencia vital y económica para nosotros, las
generaciones futuras y, sobre todo, para el planeta. Deberíamos estar trabajando de
forma conjunta para que el cambio sea lo menos dramático y lo más rápido posible.
Las decisiones que se han tomado de cerrar las nucleares, dejar de depender de los
carísimos, agotados y contaminantes combustibles fósiles que no tenemos y apostar
por las limpias y sostenibles renovables, de las que somos vanguardia en el mundo, son
las más acertadas para la economía del país y la ciudadanía.
Todos están de acuerdo en llevar a cabo esta transición energética; el problema está
en ver la tajada que se va a llevar cada uno. Otra vez el interés económico, político y
personal por encima del bien común.
Es una vergüenza escuchar a expresidentes del Gobierno, que tras su paso por la
política han tenido sueldos millonarios en varias eléctricas y empresas de combustibles
fósiles, atacar esta transición energética porque en su partido no le hacen caso y sus
amigos quieren ganar tiempo para dominar de nuevo el mercado con el que someter a
la ciudadanía.
Es un disparate que la Unión Europea llame energía limpia a la nuclear cuando cada
año se entierran toneladas de residuos nucleares que son una bomba de relojería para
las generaciones futuras porque estarán activos cientos o miles de años y en cualquier
momento generarán una tragedia de magnitudes impredecibles.
Es una inmoralidad la especulación con las instalaciones de energías renovables, donde
se están expropiando terrenos con el eufemismo de la utilidad pública para
regalárselos a empresas extranjeras que especularán con la energía y nos volverán a
someter con precios desorbitados. Se están sustituyendo terrenos agrícolas,
destruyendo ecosistemas singulares, perdiendo biodiversidad, hipotecando el agua
que cada vez nos cuesta más conseguir y echando a la gente del mundo rural para que
un puñado de especuladores capitalistas, con la connivencia política, llenen nuestro
entorno con innecesarias megaplantas solares que en unos años se convertirán en
lugares abandonados con toneladas de residuos de los que nadie se hará cargo.
Es una indecencia que los medios de comunicación que se llenan la boca con el
derecho a la información, la libertad de expresión y el periodismo de investigación
estén blanqueando, silenciando y confundiendo a la ciudadanía con las atrocidades
que se están llevando a cabo con la proliferación de estas instalaciones.
Es deleznable que nuestros políticos sean siervos de estas multinacionales, que cuando
hablan de renovables se olviden de hablar de autoconsumo que nos independice de la
red y la posibilidad de que utilicen las instalaciones ya construidas, como los tejados de
las casas, los polígonos industriales o las carreteras para instalar estos huertos que nos
garanticen la energía.
Estamos en un momento histórico para democratizar el sistema energético, para que
la ciudadanía empiece a construir un nuevo modelo social, donde no nos tengan
sometidos y seamos vasallos de los gobiernos y las empresas que saben que, si pierden
el control de la energía, la forma de obtenerla, almacenarla y distribuirla, perderán su
poder sobre nosotros y el negocio. El momento es ahora; mañana ya será tarde.
Renovables sí, pero no así.