Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental
El pasado sábado viví una de esas experiencias inesperadas, bonitas, emocionantes y de las
que me prevengo, memento mori, para no dejarme confundir. Bajo el fresco de la Coronación
de Dante, del almeriense Joaquín Martínez de la Vega, en la Sala de la Fundación Unicaja María
Cristina de Málaga, recibí, en nombre de El árbol de las piruletas, uno de los 39 diplomas que
se otorgaron a las asociaciones sociales y ambientales cuyos proyectos han sido seleccionados,
entre un total de 400, en la convocatoria extraordinaria que dicha fundación realizó como gran
colofón a la celebración de su décimo aniversario.
El enclave, un edificio mudéjar del siglo XV, capilla del Convento de San Francisco,
abandonado, restaurado en el siglo XIX, convertido en el Liceo de Málaga, en la sede de la
Sociedad Malagueña de las Ciencias, más tarde en el Conservatorio de Música del que hereda
su nombre, lugar de tertulias de personajes históricos y donde un joven Pablo Picasso fue
bautizado con champán por de la Vega para celebrar el éxito de su obra Ciencia y Caridad,
imponía, por su belleza, espectacularidad y majestuosidad.
Coincidir con algunas asociaciones amigas de toda Andalucía, conocer otras que sigues y
admiras por los proyectos que realizan y descubrir otras muchas que desconocías de su
existencia, es un cúmulo de sensaciones que van desde la alegría por estar seleccionado,
pasando por el orgullo por formar parte de ese tercer sector, la tercera pata del banco social
junto a la administración y la empresa, hasta una necesaria cura de humildad, al comprobar
que tu ombligo, que acaricias y sacas brillo, no luce tan espectacular como te imaginas.
Con la edad uno aprende a relativizar los éxitos y los fracasos, a huir de los extremos
emocionales que nos hacen perder tiempo y energía vital, hurgando, haciendo sangre en las
superficiales heridas y minusvalorando las pequeñas victorias. El equilibrio para todo es el
camino, y la autocrítica, reconocer tus límites y carencias y aprender las habilidades para
subsanarlos y que no te lastren, es la mejor manera para sobrevivir, aguantar y disfrutar de la
travesía, el camino, del proceso.
Por eso celebro, valoro y aplaudo que nuestro proyecto, Seísmo y los cuentos del mar de
Alborán, con el que editaremos dos nuevos cuentos ambientados en espacios naturales de la
provincia, dos cuadernillos para mostrar la gran biodiversidad y la espectacularidad de la
naturaleza que nos rodea, haremos 60 actividades de educación ambiental, animación a la
lectura y radio en centros escolares y bibliotecas, y llevaremos a cabo 8 limpiezas de playas a
través del voluntariado ambiental, haya sido reconocido en esta semana que celebramos el Día
del Libro infantil y juvenil en honor a Hans Christian Andersen.
Un detalle sin importancia, una simple casualidad, pero que nuestro fantasioso cerebro lo
transforma en una señal, un guiño del destino, para seguir con nuestro particular caminar de
pequeños pasitos dubitativos, algunos en falso, que poco a poco van conformando un sendero
de baldosas amarillas, sudor y lágrimas que va creciendo en extensión, confortabilidad,
armonía y vistosidad.
Esta semana, mientras el ser humano sacrifica el don que lo hace especial, único y poderoso
por una inteligencia artificial, cómoda y manipulable, que se alimenta del conflicto, la guerra y
la especulación económica, territorial y social, seguiremos contando cuentos en los colegios,
inmersos en la segunda semana (parece un trabalenguas) de la I Semana de Literatura y
Educación Ambiental del Aula de Ecología, en la primera feria del libro de Abrucena donde me
han invitado a contar los Secretos del Sendero, en el X encuentro asociativo de El Ejido, en los
domingos del barrio amable y sentados junto al Jardín Botánico y Poético Canalero.
Mientras lo haga, recordaré la figura de un hombre que se sentía un patito feo, pero que a
base de imaginación, creatividad y vivencias, nos dejó algunos consejos para crear un mundo
mejor a través de cuentos que han dado la vuelta al planeta y se siguen contando doscientos
años después de su nacimiento.
Cierro con la frase que le dijo al compositor que estaba preparando la música para su funeral y
que hago mía en esta semana que todo gira alrededor de los cuentos: La mayoría de las
personas que caminarán detrás de mí serán niños, así que haga el ritmo con pasos pequeños.