Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental
Los fenómenos astronómicos como cometas, lluvias de estrellas o eclipses han sido
interpretados a lo largo de la antigüedad como buenos y malos augurios, por el
desconocimiento, el afán de predecir el futuro o por la creencia de dioses o el destino que
marcan nuestra existencia. Yo, a pesar de mi licenciatura, edad y de vivir en el siglo XXI,
relacioné la alineación planetaria que estamos observando con mi visita a La Revuelta de
Broncano y compañía.
Por si no lo han escuchado, seis planetas pueden verse en la actualidad: Venus, Saturno,
Júpiter y Marte, a simple vista, y Urano y Neptuno con telescopio. Una coincidencia que no se
repetirá hasta 2040, y a la que se le añadirá a finales de febrero Mercurio, para celebrar el Día
de Andalucía y convertir el fenómeno en único en nuestra existencia personal, ya que no
volverá a verse hasta 2492. Por mucho que me cuide, creo que no llegaré. Aunque al ritmo que
vamos, ni yo ni ningún ser humano.
No soy de ir a grabaciones, pero me anunciaron lo del Premio al Mérito Turístico para el 23 de
enero, unos días antes del Día de la Educación Ambiental, dos días después del comienzo del
evento astronómico. ¿Coincidencia? Oportunidad, de aprovechar el viaje y hablar de
educación ambiental en prime time de Televisión ¡Española!
El gran éxito de La Revuelta es ofrecer un minuto de gloria al público, a la gente de la calle,
para contar lo que les plazca, desde las veces que van al escusado, las pajas que se hacen o lo
bonito que es el frontón de su pueblo. De esta manera, hemos conocido gente muy divertida,
alguna interesante, otra vergonzosa y anónimos que deberían dejar de serlo porque serían
ejemplo de vida para muchos.
Para mi sorpresa, casi de forma instantánea pude solicitar una plaza para el día anterior a mi
cita en FITUR. Los planetas comenzaron a alinearse, al menos en mi cabeza, que ya empezaba
a estructurar el discurso, eliminando temas y enlazándolos para no dejarme nada en el tintero:
la naturaleza de El Ejido, los flamencos de Punta Entinas, los proyectos educativos que
llevamos y por qué no, presumir del premio recibido, que ellos estarán acostumbrados, pero
uno, asiduo al pan con mortadela, lo saborea de especial manera.
No obstante, mis canas y las lecciones aprendidas de la lechera que llevaba el cántaro al
mercado, me hacían no lanzar las campanas al vuelo y reconocer que, lo mismo que yo,
sentados en la platea con afán de protagonismo, habría otros 300 gritando para sus adentros,
¡au,au,au!. Así que, sin la euforia de ese primer momento, con los pies en el suelo y sin
muchas más pretensiones que pasarlo bien, me presenté a la grabación. Pero allí, los planetas
se seguían alineando a mi favor, mientras Saray y Carmen, las regidoras, ponían orden en el
caos.
Al llegar, como iba solo y sobraba un asiento, me sentaron en primera fila, junto a la bañera.
Luego, en el preshow, se habló de la educación pública, se siguió con la coña del premio Iris y
aparecieron por allí un montón de trofeos. Como Groucho, mi ánimo gritaba, ¡más planetas,
más planetas!, y buscaba el instante adecuado.
Como no soy de gritar, Bezos, que está medio ciego (según dijo), no miraba a primera fila, y no
pude hacerme notar. Así que aproveché el momento de euforia de la salida de Broncano, para
tirarle a los pies un cuadernillo educativo de Los Cuatro Bosques de Murgi. No tuvo más
remedio que cogerlo, me miró y dijo, ¡ahora, ahora!
Mi mente empezó a activar la alerta, y pensaba en que los cuadernillos de Punta Entinas y los
flamencos no eran para él, sino para los hijos de Grison y Jorge Ponce, porque tienen muchos
animales y a ellos les gustarían, y además porque no suelen hacerles tantos regalos como al
jefe. Pero mi gozo en un pozo, porque después de sostenerlo y manosearlo durante unos
minutos, que se me hicieron eternos, lo dejó en el sofá, y allí se perdió entre los peluches, de
donde solo fue rescatado al final, para meterlo en una bolsa y, supongo, tirarlo a la basura.
La leche del cántaro roto (no lo digo por la triste experiencia onanista que contó Dani Rovira)
corrió ante mí, y aunque aparezco fugazmente sujetando una bandera para que la firmase
Broncano e interactué con la presidenta del Celta por el robo de su eliminación copera y las
palabras del Cholo, me fui a cenar con la sensación de que la gran alineación planetaria, que no
volveré a vivir, terminó en un disparo al palo de un penalti pitado en el último segundo, la
manera más triste y dolorosa, sin contar el minuto 93 del rompe hombros de Ramos (¡sufre
con el recuerdo, David!), de perder un partido y la oportunidad de ensalzar la educación
ambiental.