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La COP29 y Trump el negacionista

Moisés S. Palmero Aranda Educador ambiental


Del 11 al 22 de este mes se celebra en Baku, Azerbayán, una nueva Convención Marco de la
ONU sobre el Cambio Climático, que comúnmente conocemos como la Cumbre de la Tierra.
La de esta edición, la número 29, se la ha bautizado como “la COP de las finanzas, de la
economía”, ya que el principal objetivo es firmar el compromiso de aumentar la financiación
climática. Los países más desarrollados, contaminantes y expoliadores, el norte global, deben
ayudar al sur global, de ingresos más bajos, expoliados y los que sufran las peores
consecuencias, a hacer la transición a una economía sin emisiones de carbono, y a adaptarse a
los efectos del cambio climático.

Se estima que las ayudas, no préstamos trampa para endeudar más a estos países, deberían
ser de un billón de dólares al año. Cuánto y quién lo paga es el tema a debatir, pero deberían
ser los Estados y las multinacionales de los combustibles fósiles, que se han enriquecido a base
de generar impactos sociales, geopolíticos, ambientales y desestabilizar el clima del planeta.
Además, como en el resto de las ediciones, se pretende exigir a los Estados políticas
ambientales más ambiciosas, para aumentar el uso de renovables, reducir los combustibles
fósiles y los gases de efecto invernadero, para así poder limitar a 1,5 °C (respecto a niveles
preindustriales) el calentamiento global al final del siglo. Con este límite no se podrán evitar las
migraciones masivas, daños a los medios de subsistencia y pérdida de vidas humanas. De no
hacerlo, se estima que al final de siglo el aumento esté entre 2,6 y 3,1º.

Como cada año, se tienen grandes expectativas al comienzo de una COP, y todas terminan con
grandes decepciones de objetivos inalcanzados, de acuerdos que con el tiempo descubrimos
son papel mojado, bonitas promesas a medio y largo plazo de cara a la galería, y el ninguneo a
la ciencia y a la sociedad civil. El esperpento de esta edición no será menor, sobre todo, porque
la sombra de la victoria de Trump genera una gran incertidumbre a nivel mundial.
Además de xenófobo, machista, delincuente y supremacista, es un negacionista climático
declarado, cuya carrera a la Casa Blanca está financiada por las empresas de combustibles
fósiles. Lo primero que hizo en su anterior mandato, fue sacar a los EE.UU. del Acuerdo de
París, y en este, aunque no ha llegado a tiempo, hará lo mismo. La única esperanza es que
Biden, aprovechando su última oportunidad, firme compromisos que el imputado, por, entre
otras cosas, sobornar a una actriz porno, asaltar el Congreso, o fraude electoral, deba cumplir.

Aunque eso no será impedimento para desbaratar, suspender y obstaculizar las políticas
ambientales de su predecesor, como ya hizo en su anterior mandato. Anunció durante la
campaña que aumentará las prospecciones de gas y petróleo, reducirá los incentivos
tributarios a las renovables, y tiene intención de desmantelar toda agencia o norma en defensa
del clima, la biodiversidad y la protección de la naturaleza.

China, con un 31,9 %, lidera el ranking de países emisores de gases de efecto invernadero,
seguido de los EE.UU., 13,2%, y la India, con el 8%. Entre los tres suman más del 50%. La gran
diferencia entre estos países, es que tanto China como la India, se han comprometido, y están
cumpliendo, aunque lentamente, a reducir sus emisiones. Las políticas negacionistas de
Trump, de los EE.UU., el líder al que hemos seguido y creído desde la Segunda Guerra Mundial,
van a ser un auténtico frenazo en los objetivos climáticos a alcanzar mundialmente, y en las
implicaciones y ambiciones de los demás países. Pensarán que sus esfuerzos individuales no
sirven de nada si no vamos todos a una, si quien más contamina, no se compromete con los
demás, por lo que las aportaciones a ese fondo común que se pretende firmar en esta COP, se
verán reducidas.

La victoria de Trump ensombrece la esperanza de un mundo más justo, equitativo y sostenible,
porque para él, y sus amigos Putin, Netanyahu, Milei y, su adalid de campaña, Elon Musk la
vida de los seres humanos no tiene valor, y están dispuestos a todo por aumentar su beneficio
y el de sus amigos. El neoliberalismo, el capital, se escondía entre bambalinas. Ahora se
muestran descarados y provocativos, saben que tienen el poder y quieren que lo sepas. Si
protestas y levantas la cabeza, te la cortarán.

Cambiemos de sistema, no solo por el cambio climático, sino porque, como aprendimos de
Emiliano Zapata, es mejor morir de pie, que vivir siempre arrodillados. Ya lo sé, soy un utópico
que sueña con la revolución, pero los sueños son lo único que aún no me han robado.