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La isla reforestada con poemas de Romero

Moisés S. Palmero Aranda Educador ambiental


Tras navegar por las redes, revolotear por las ondas y anidar en los diarios, el mensaje de
socorro lanzado en una botella al mar de plástico desde la isla deforestada del CEIP La Canal,
arribó a la playa del sector agrícola. Allí, como una suave brisa, el incómodo susurro, se coló
por las ventanas abiertas, las rendijas de las puertas, pasó de mano en mano, de boca a oreja,
y sabiendo que era justo su lamento, o ante el peligro de que se convirtiese en grito, en un
temido huracán, no lo dejaron crecer. La isla será reforestada.
Su vecina Cooperativa Vicasol les regalará las aromáticas, la planta de tratamiento de residuos
vegetales SACh de Las Norias les llevará el abono, los Ecologistas del Andarax de Alhama, que
siempre están En Acción, les dejarán sus experimentadas herramientas con las que reforestan
Sierra de Gádor, y el Ayuntamiento de Vícar ha arreglado los bordillos y aireado la tierra,
aunque no les garantiza el agua de riego. Pero estoy seguro de que algo se les ocurrirá, porque
dejar morir dos veces la floresta de la isla, convertiría el incidente en negligencia, la excusa en
prueba y la sospecha de reparto injusto de recursos en una práctica deleznable.
No fueron los únicos, muchos más se ofrecieron, y los aprendices de locutores de Radio La
Canal, a la sombra del árbol que les da piruletas, están muy agradecidos, y empiezan a
comprender qué juntos somos más fuertes, que la imaginación es una semilla que crece en
direcciones impensables, regalando flores multicolores y frutos, algunos dulces y otros
amargos, que siempre vuelven a generar más semillas, para perpetuar el ciclo de la vida, del
conocimiento, de la sabiduría, del respeto a la naturaleza.
Motivados por la experiencia, ya dejan volar su imaginación y quieren convertir su jardín
botánico también en un jardín poético, donde puedan plantar palabras para que crezcan los
versos, que los insectos mezclarán con sus antenas para convertirlos en poemas, que los
pájaros llevarán prendidos en sus picos y dejarán caer desde el cielo, esparciéndolos con sus
alas y ayudándolos a cruzar desiertos, mares y montañas.
Junto a los romeros y lavandas, se preparan para pintar el bordillo con los colores del arco iris,
escribiendo palabras para rimar y cantar, para convertir los tocones en casitas de duendes,
reflejos de la luna llena en un lago, el trono de los defensores de la naturaleza, o en el
recuerdo de los años vividos por el árbol. Quieren crear hoteles de mariquitas, comederos para
los gorriones y refugios para las lagartijas colilargas que corretean por su patio. Esparcirán
piedras con huellas de animales, letras para que enraícen, notas musicales, o los insectos que
harán sus delicias y defenderán al invernadero del vecino.
Para darle forma a esta nueva idea, como ya hicieron con Vicky, la botánica del Albardinal, han
buscado los consejos de un hada madrina que también respira y se inspira con el aire y la tierra
del Cabo de Gata. Almeriense nacida en Madrid, maestra poeta, escritora universal, jardinera
prolífica, soñadora de palabras, pintora de fantasía, alfarera de utopías, tejedora de
poecuentos, creadora incansable, reina maga, exdirectora del Ateneo, y cuyo apellido huele a

monte mediterráneo, a cocina de la abuela, a saberes ancestrales para paliar los dolores de los
niños y convertirlos en sonrisas: Ana María Romero Yebra.
Agradecidos por la generosa entrevista que les ha regalado, y grabada para el disfrute de todos
y las generaciones venideras, quieren llenar el jardín con dos vacas muy lecheras, la de
Dosinda y la Gallarda, de princesas aburridas, de hadas que pierden su varita en los charcos,
con fantasmas que se centrifugan en la lavadora para estar limpitos, con hormiguitas negras,
con búhos que llevan peluquín, con niños coreanos que mastican antes de tragar, con
extraterrestres curiosos y juguetones, y por supuesto, con el espíritu de los poecuentos del
Pirata Pepe, que comprendió que la riqueza no da la felicidad, y se fue a vivir, para formar una
familia, a una isla que pensaba desierta, pero por donde no dejan de aparecer princesas
raptadas, malvados piratas, avariciosos cazadores o tortugas atrapadas en redes de
pescadores.
No sé si llamarlo casualidad o capricho del destino, pero esta semana, cuando se celebra el día
de la poesía, de los bosques, del agua, y comienza la primavera, curarán la herida que
infligieron a su patio, reforestando con romeros y poemas de Romero. No, mejor lo
llamaremos justicia poética, porque somos agua y en ella nos convertiremos, los versos de un
poema, y los árboles que forman parte de un bosque, el de los iguales.