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El Ejido también es naturaleza

Moisés S. Palmero Aranda Educador ambiental


Por el 41º aniversario del Día del Municipio, en el que conmemoramos cuando El Ejido se
convirtió en municipio al segregarse de Dalías-Celín, el Ayuntamiento presentó un video
promocional en el que, sobre unas espectaculares y preciosas imágenes, se escribe que El Ejido
es turismo, agricultura, gastronomía, patrimonio, cultura, deporte y sus pedanías, pero se
olvidó incluir que también es naturaleza.
Un detalle sin importancia, una tontería que no pretende desmerecer ni la intención ni el
montaje. Estoy seguro, y no es ironía, de que la omisión no fue malintencionada, solo un
despiste que se puede justificar con el indiscutible adagio de “una imagen vale más que mil
palabras”, ya que el video arranca con los majestuosos flamencos levantando el vuelo y
continúa ofreciendo los bellos paisajes naturales y urbanos del pueblo con la intensidad de los
azules del cielo, el mar, y los atardeceres, pero al que yo contestaría con la cita bíblica de “una
palabra tuya bastará para sanarme”.
Hay cosas que es mejor no dejar a la interpretación, y es bueno ponerlas por escrito para que
no haya ningún tipo de dudas. Además, como es un olvido clásico, ya va siendo hora de que en
este pueblo empecemos a enorgullecernos, saquemos pecho y vendamos al exterior de que
tenemos una biodiversidad y ecosistemas de primer orden y, por tanto, de que también somos
naturaleza, que todo lo que tenemos, nuestra historia, la calidad de vida, la economía y el aire
que respiramos, es gracias a ella.
Pocos municipios pueden decir que disfrutan de 4 bosques protegidos por figuras
autonómicas, nacionales y europeas, donde sobresalen especies singulares como los artos, los
azufaifos, y las entinas y sabinas que crecen sobre las dunas costeras; de unos 20 humedales
diseminados por el territorio, con Punta Entinas Sabinar a la cabeza, que son el refugio
permanente, o temporal, de más de 200 especies de aves, algunas de ellas en peligro de
extinción como la garcilla cangrejera o la cerceta pardilla; de ramblas y cañadas que son
corredores verdes de indiscutible valor ecológico; o de vivir a orillas del Mediterráneo, con 27
km de costa protegidos por las praderas de fanerógamas marinas como la Posidonia oceanica
o la Cymodocea nodosa, generadoras de vida y la razón de la calidad de nuestras playas.
Y por supuesto, no podemos olvidar, que vivimos de nuestros invernaderos, donde lo que
vendemos, además del ingenio, el esfuerzo y la valentía de los agricultores, es el agua
almacenada durante millones de años en los acuíferos a través de la protectora y permeable
Sierra de Gádor, aderezada del viento, las numerosas horas de sol y el impagable trabajo que
hacen los insectos por nosotros.
Negar las evidencias, mirar hacia otro lado, obviar esa parte de nuestro pueblo, es desperdiciar
oportunidades. Hay que desterrar de una vez por todas la idea de que hablar de disminuir los
impactos, de corregir errores, de protección, restauración y regeneración de ecosistemas
singulares, es tirar piedras contra nuestro propio tejado, cuando es todo lo contrario.

Conservar la naturaleza es la mejor carta de presentación para nuestras frutas y hortalizas en
Europa; es atraer visitantes al municipio para que disfruten de nuestra rica y variada
gastronomía, de las horas de sol y de nuestras playas; es comprender por qué tenemos 5.000
años historia y la explicación de que la ciudad de Murgi subsistiese casi 6 siglos; es apostar por
la salud, la educación y el futuro, el de nuestros jóvenes y el del planeta al reducir las
consecuencias del cambio climático.
Soy consciente de que en los últimos años se está haciendo un esfuerzo por mostrar esa
naturaleza a los escolares, por enseñársela a los vecinos y a los visitantes. Pequeños gestos que
nos invitan a pensar con optimismo, pero que nos parecen insuficientes, lentos y poco creíbles,
cuando se nos olvida dejar por escrito que ante todo, porque es el eje transversal de lo demás,
somos naturaleza.
Esta semana celebramos el Día Mundial del Turismo bajo el lema “Turismo e inversiones
verdes”. Por responsabilidad, aprovechémoslo, que no sea solo una foto más. Invirtamos, por
ejemplo, en recuperar el humedal de Sotomontes; en plantar un bosque de artos en la Cañada
de Ugíjar y declararlo Parque Periurbano; en impedir que los vehículos entren en Punta
Entinas; en limpiar ramblas, cañadas y playas; o en crear un sendero azul terrestre submarino
desde Balerma hasta Cerrillos. No es cuestión de dinero, solo de interés, de prioridades, y de
“Aprender a mirar”, y amar, lo que nos rodea. Soy de El Ejido y también soy naturaleza,
presumo de ello, de palabra y por escrito.